viernes, 24 de julio de 2015

Una aproximación exegética del cuento La caperucita roja

Introducción

La cuentística infantil  a partir del siglo XVII, recogida de la oralidad y finalmente manifiesta en las diferentes versiones impresas, provoca en el lector una fascinación por la riqueza de sus elementos y formas. El género a través de la fábula o relatos maravillosos y fantásticos poseen una cualidad cuasi edificante, que sin llegar a ser exempla, si ofrecen dada su naturaleza y herencia del relato medieval, una postura social y cultural de la época. El cuento popular La caperucita, ofrece una posibilidad polisemántica enorme de ser analizada, ya sea desde su estructura interna y formal hasta los aspectos extradiegéticos, y que son éstos últimos y sus formas discursivas las que se analizaran de forma más extensa en este ensayo.

En este ejercicio hermenéutico, el análisis del cuento de La caperucita, proveerá los elementos suficientes para interpretarlo en el sentido “actual”, entendido este término como “tratar de explicar el significado vital que tiene un texto para nosotros hoy”. (Armstrong).  La traducción del cuento parece ser una versión que procede de la tradición oral y, escrita a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII; sin embargo, actualmente conocemos otras versiones muy estandarizadas de la diluida adaptación que hicieron Los Hermanos Grimm, donde el lenguaje y la simbología se perdieron bajo el afán de considerar un lenguaje más apropiado para el contexto de su época y adecuación para los convencionalismos de las Cortes reinantes. Sin embargo; resulta sumamente atrayente para su estudio el texto original, tanto por la riqueza de simbolismos, como el análisis de sus formas.

            Para el análisis del texto, se dividirá el mismo en oraciones o campos semánticos: en construcciones con significado pleno para escrutar en ellos los elementos propios para el análisis. Así mismo, echaré a mano diferentes disciplinas que servirán para que el estudio de los campos semánticos sea el adecuado y corresponda a la interpretación actual, cuyo objetivo es el de éste ensayo.
           
            Para que el lector se dé una idea del texto en su conjunto, se transcribe tal como aparece en su traducción:

“Había una vez una niñita a la que su madre le dijo que llevará pan y leche a su abuela. Mientras la niña caminaba por el bosque, un lobo se le acercó y le preguntó adonde se dirigía.
– A la casa de mi abuela, le contestó.
– ¿Qué camino vas a tomar, el camino de las agujas o el de los alfileres?
– El camino de las agujas.
El lobo tomó el camino de los alfileres y llegó primero a la casa. Mató a la abuela, puso su sangre en una botella y partió su carne en rebanadas sobre un platón. Después se vistió con el camisón de la abuela y esperó acostado en la cama. La niña tocó a la puerta.
– Entra, hijita.
– ¿Cómo estás, abuelita? Te traje pan y leche.
– Come tú también, hijita. Hay carne y vino en la alacena.
La pequeña niña comió así lo que se le ofrecía; mientras lo hacía, un gatito dijo:
– ¡Cochina! ¡Has comido la carne y has bebido la sangre de tu abuela!
Después el lobo le dijo:
– Desvístete y métete en la cama conmigo.
– ¿Dónde pongo mi delantal?
– Tíralo al fuego; nunca más lo necesitarás.
Cada vez que se quitaba una prenda (el corpiño, la falda, las enaguas y las medias), la niña hacía la misma pregunta; y cada vez el lobo le contestaba:
– Tírala al fuego; nunca más la necesitarás.
Cuando la niña se metió en la cama, preguntó:
– Abuela, ¿por qué estás tan peluda?
– Para calentarme mejor, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esos hombros tan grandes?
– Para poder cargar mejor la leña, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esas uñas tan grandes?
– Para rascarme mejor, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esos dientes tan grandes?
- Para comerte mejor, hijita. Y el lobo se la comió.”
(Darnton, 1987)
(Paul Delarue y Marie Louis Tenèze, 1976).

Interpretación de La caperucita roja

I.                   El inicio y los elementos primarios

El cuento de La caperucita roja se suscribe dentro de la literatura de la fábula como cuento maravilloso debido a su naturaleza. Propp clasifica los cuentos de este corte en donde discurren seres mortales con animales, y con una subdivisión donde se halla “el enemigo mágico”, que en algunos cuentos puede ser un hombre dotado con facultades extraordinarias, pero en éste cuento en particular, se concentra en la figura del “lobo”, un lobo capaz de articular palabras y con negras intenciones. Los elementos constantes del cuento se señalan en el lobo del bosque que se come a la abuela, el gato con tintes morales y la caperuza un tanto inmoral; tres elementos que suceden rápidamente. (Propp, 1970).

“Había una vez una niñita a la que su madre le dijo que llevara pan y leche a su abuela.”

“Había una vez”, “Érase una vez”, la mágica frase de tres palabras con la que empiezan los cuentos, y desde que se pronuncia nos ofrece un universo intemporal, aunque en inglés es Once upon a time y en francés Il ètait une foi. El tiempo en copretérito nos ofrece una noción alrededor del aspecto u objeto que se va a enunciar y que se sitúa en el pasado sin concretar el inicio y el final de tal evento; de que lo que se va a contar pudo haber sucedido hace mucho tiempo y más allá, pero no en un tiempo cercano –pretérito- al que se enuncia. (Vázquez, 2007). Todo parece indicar que la frase fue acuñada por primera vez por Charles Perrault, “Il ètait une fois”, en 1694 y utilizada para Les Souhaitsridicules. La misma expresión es usada por el autor en Contes de ma mère l´Oye, subtítulo del libro Histoires ou Contes du Temps paseé. (Perrault, 1968).

Enseguida de la expresión mágica, aparece nuestro personaje principal del cuento: una niña; no se le nombra, ni tampoco su edad pero podemos seducir la mente y aventurarnos al mundo de las conjeturas para armar un perfil más completo. La niña no parece ser expósito; aunque estos niños abandonados en la Francia del siglo XVIII y anterior no gozaban de privilegios al ser de la ciudad y villas o pertenecer a las zonas rurales, y de igual forma eran expuestos a la orfandad dadas las condiciones de miseria. (Darnton, 1987).

Con respecto a la edad, según Darnton, los niños eran considerados aptos para el trabajo recién se ponían de pie, ayudando a los quehaceres de la casa, recogiendo leña o dando de comer a los animales; la niña debe rondar una edad suficiente para habérsele considerado independiente y profanar el bosque que ya conocía. (Petit, 1997, pp. 180-190). Si la niña del cuento ya hubiera tenido su menstruación, no se le hubiera permitido salir y andar libremente por el bosque; con la regla llegan las responsabilidades propias de la mujer y se les ataba a la casa como forma de control, los tabúes eran moneda de uso corriente con respecto a la sangre; según algunos mitos, la sangre de la menstruación o la mujer que estaba reglando, podían echar a perder las cosechas, malograr los animales y envenenar las comidas. Sin embargo, más adelante en el cuento hay una elección simbólica que denota claramente que la niña ya había tenido su regla y estaba preparada sexualmente y dispuesta a ejercer su sexualidad.

La niña es el símbolo de la inocencia, la etapa anterior a la falta, un estado edénico; la simplicidad y lo natural; el niño es espontaneo y curioso. (Chevalier, Jean. y Alain Gheerbrant, 2009, pp. 752-753). La niña es el arquetipo del misticismo, el símbolo del futuro para Jung. (Jung, 1968). La niña del cuento tiene por lo menos una madre y una abuela; del padre no se menciona nada, aunque seguramente tiene uno que trabaja todo el día de sol a sol como todos los padres del época; probablemente un padre leñador y muy cercano a la única hija que tiene. Aunque la anterior aseveración estira por mucho las funciones de la interpretación, es menester para probarla, echar mano de la literatura comparada y establecer otros sucesos similares que demostraría la generalidad del hecho y no como suceso marginal, desde la postura de François Jost: "One may proceed by deduction or induction, rely on documents or detect analogies.”(Redondo Olmedilla, 1997, pp. 951-969), de tal forma que, tenemos como ejemplos de padres leñadores en los cuentos infantiles de la época a Hansel y Gretel, El leñador y el duende, Pulgarcito, etc.

  Todo sucede en la mañana, cuando la leche recién ordeñada y el pan horneado están listos para ser consumidos. La madre es el arquetipo de una imagen deformada para el niño, el símbolo de lo inconsciente; la madre amenaza el desarrollo del infante, es la atadura del vientre al crio. La abuela o la gran madre. El arquetipo de la abuela que posee todo el saber y es al mismo tiempo el arquetipo de la bruja según Jung. La niña tiene que abandonar la figura de la madre y trasladarse hasta la casa de la abuela; corta el vínculo materno y la sobreprotección para ascender bajo la sombra de un arquetipo mayor, la ascensión de rango; la distancia entre lo consciente y lo inconsciente; la destrucción del lazo materno de raíz. (Heras, 2008).

La niña lleva el pan, alimento esencial a la abuela, lleva la vida eterna que será arrebatada bajo la traición al matriarcado y al mismo tiempo se convierte en la figura del Dios Pan, ágil, astuto y bestial; de ahí la palabra “pánico”, el terror profundo de la propia naturaleza, el sentimiento de una presencia no humana. (Chevalier, Jean. y Alain Gheerbrant, 2009, pp. 797-798). La leche es símbolo de la excelencia del alimento espiritual. La leche es la inmortalidad. (Chevalier, Jean. y Alain Gheerbrant, 2009, pp. 631-632). La niña del cuento lleva a su abuela la esencia de la vida y el terror, a una abuela que necesita paz espiritual.

II.                El bosque

“Mientras la niña caminaba por el bosque…”

El bosque es un lugar mágico y recurrente. Partiendo desde el reconocimiento semántico del objeto y su interpretación, tenemos inpresentiu al “bosque” como el elemento físico y tangible a partir de la interpretación de Todorov, pero también existe una literalidad relacionada in absentia que establece una conexión simbólica. (Guzmán Moncada, 1998). Según El libro Ilustrado de Signos y Símbolos, el bosque es el lugar que representa el inconsciente donde todos los peligros confluyen. (Bruce-Mitford, 1997, p. 36). Pablo Neruda en su poema El cazador en el bosque, lo define como un ser animado y feroz que no se detiene:

Esa raíz debe nutrir mi sangre.
Otra encrespada, abajo,
es parte poderosa
del silencio,
se impone como paso de reptil:
avanza devorando,
toca el agua, la bebe,
y sube por el árbol
la orden secreta:
sombrío es el trabajo
para que las estrellas sean verdes.”
(Neruda, 1997).



III.             El lobo

“…un lobo se le acercó y le preguntó adonde se dirigía.”

El lobo es un elemento entre los mejores estudiados dentro de la simbología y que eluden a un pacto con Satán en la cuentística medieval: sin embargo, hay criaturas feroces que rompen con la cualidad de maldad, como la loba que alimentó a Rómulo y Remo. En el antiguo testamento eran tomados como los protectores de los hombres, y se amansaban ente la presencia de Francisco de Asís. (Montero Agüera). En las fábulas los animales tienen cualidades maravillosas como el poder del habla e incluso tienen características propias de los humanos, son capaces del engaño o la bondad. Tenemos muchos ejemplos en la cuentística de todos los tiempos desde Las mil y una noches, hasta La granja de los animales, de Orson Wells. Desde una visión más pragmática y simbólica del lobo, en las regiones de habla española, representa la depredación, la maldad y la astucia. (Vyshnya 2005, pp. 193-194). En este cuento, el lobo es una figura educada y lasciva, dotada de un poder seductivo muy fuerte que define el sentido de la diégesis: el cuento tiene tintes sexuales, pedófilos y antropofágicos.

El lobo es la manifestación de la sexualidad reprimida: “Lo monstruoso hace que salga a la luz lo que se quiere ocultar o negar.” (García Cortés, 2003). Dentro de la tipología que establece Borges, el lobo entra en la clasificación de lo “deforme” en tanto que viola las leyes establecidas física y moralmente, tiene un sesgo de “malvado”, del tipo Aníbal Lecter del Silencio de los inocentes, de Thomas Harris. (Borges, 1979). El animal como elemento simbólico de lo monstruoso funciona como un doble reflejo: “al sentirse formar parte del mundo natural y a la vez distinto de él, por un lado constituye un “soporte conceptual de la diversidad social”. (Sariols Persson, 2012). El lobo como animal juega un papel muy importante en el desarrollo de la narración; dentro de las funciones que describe Propp para el cuento maravilloso, encontramos:
1.       Al lobo como el agresor que engaña a la niña vestido de la abuela para apoderarse de su virginidad.
2.      En complicidad con ella, la niña se deja engañar en el rol sexual al que está sometida y colabora en el rito de iniciación y perversión.
3.      Hay una fechoría que se comete al asesinar a la abuela, pero también hay un detalle extra: la niña también comete un delito moral al comer la carne de su abuela. (Propp, 1970).

IV.             El rito de iniciación


“– ¿Qué camino vas a tomar, el camino de las agujas o el de los alfileres?
– El camino de las agujas.”

Pareciera que ha simple vista los dos caminos son iguales y no hay mucha diferencia en cuanto a la elección; sin embargo, desde la simbología de los objetos, se da por hecho que “escoger entre un camino u otro significaría escoger el camino más fácil; por eso, elige el camino de los alfileres, tal y como se explica en una de las versiones, es más fácil unir las cosas mediante alfileres que coserlas con agujas.” (Ana, 2014). Las agujas y los alfileres tienen una connotación sexual y tienen que ver con el rito de la virginidad. Cuando las niñas entraban a la edad de la pubertad eran enviadas con las costureras locales y de esta forma se les dejaba de considerar como niñas y más como jóvenes. Los alfileres simbolizan la virginidad en tanto que las agujas son los elementos simbólicos de la madurez sexual. (Pepe, 2010).

Resulta sumamente peculiar que la niña del cuento elija el camino de las agujas, de esta forma le dice al lobo que está madura sexualmente y dispuesta. La elección es primordial en cuanto a la didáctica del texto. Un camino lleva por las normas morales establecidas y el otro se dirige a aquellas que son inmorales. El camino elegido es al mismo tiempo el camino a la iniciación. Podemos suponer y sólo sería una elucubración, que los niños de la época entendían, sobre todo las niñas que vivían dentro del uso y costumbres de los lugares rurales, el sentido de los objetos mencionados.

V.                Los elementos sacralizados


“El lobo tomó el camino de los alfileres y llegó primero a la casa. Mató a la abuela, puso su sangre en una botella y partió su carne en rebanadas sobre un platón. Después se vistió con el camisón de la abuela y esperó acostado en la cama.”

El lobo toma el camino de los alfileres que es significa simbólicamente estar listo para tomar la virginidad de la niña. La abuela asesinada por el lobo establece el rompimiento de la niña con las ataduras de su infancia, con la seguridad y ofrece la independencia en un acto liberador. El arquetipo de “La gran madre” descrito por Neumann, se establece como el símbolo original del tiempo, en ella coexisten en armonía todos los opuestos. “Ella se esmera por producir un individuo bien equilibrado que, más tarde en la vida, él exigirá su independencia para funcionar en el mundo por su propia cuenta.” (Neumann, 2009).

El pan y la leche son elementos que se transmutan en la sangre y la carne, lo que se bebe y se come; son objetos que están relacionados con los rituales de iniciación: “El hecho de comer y beber de la abuela simboliza el alcance a la madurez y absorber su poder.” El hecho se sucede en la casa de la abuela que es al mismo tiempo un lugar “seguro”, que dentro de la simbología se establece como un espacio protegido. (Pilar Ballesteros, 2012). Por otro lado, dentro de la simbología cristiana, se establece como el color de la sangre y la carne, al rojo: figuras del pecado que sólo pueden ser lavadas con la sangre de Cristo. La desacralización del cuerpo místico señala el rompimiento con cualquier forma de canon y dogma. (Goff, 2005).

La sangre es también asociada a los buenos valores, lo bello y la generosidad, considerada universalmente como “el vínculo de la vida”. (Chevalier, Jean y Alain Gheerbrant, 2009, pp.909). De tal forma que romper con el vínculo primordial en el rito de iniciación es importante: sangre correspondiente al lazo espiritual que se rompe con el asesinato de la abuela. La carne por otro lado, posee un sentido moral que es fundamento natural para luchar contra los desordenes, la carne pertenece al terrenalidad y por lo tanto es corruptible. (Chevalier, Jean y Alain Gheerbrant, 2009, p. 252).  En el reconocimiento de la transexualidad, el lobo se traviste de la abuela con el afán de ocupar ese “otro” cuerpo reconocible por la niña; sin embargo, se pueden establecer como la “fórmula en términos edípicos, ya que presenta a Caperucita como la niña que ha llegado a la pubertad y procura seducir al lobo padre.” /Brum, 2010).


VI.             La antropofagia


“La pequeña niña comió así lo que se le ofrecía; mientras lo hacía, un gatito dijo:
– ¡Cochina! ¡Has comido la carne y has bebido la sangre de tu abuela!”

El gato aparece como punto de inflexión y figura moral del relato, realiza una advertencia a la niña en su calidad de testigo presencial de los hechos y al mismo tiempo la condena, no la victimiza. Los animales con características y valores humanos son muy vastos dentro de la cuentística. En este caso el gato, a pesar de su simbolismo heterogéneo, representa el estado natural de lo que debe ser correcto y propio, es el eje moral y didáctico del cuento.

“El gato, animal con cualidades humanas, parlante típico de los cuentos de hadas y, en este caso con la función-oposición al agresor. Identificado con el espectador-lector, ve aquello que la protagonista no es capaz de descubrir, siente verdadera repulsa por estos actos de canibalismo y augura un terrible final.” (Guardia Calvo, 2007).

A pesar de que en la mayoría de los cuentos medievales que han sido publicados, y que viene de la tradición oral, en su mayoría se han suprimido los hechos de canibalismo por razones sociales, culturales y morales, el relato presenta con crudeza un hecho sorprendente de antropofagia.

“El canibalismo es suprimido en la versión de Perrault pues en una época donde se comenzaba a considerar la noción de infancia como un periodo de la vida humana diferenciado de la edad adulta, con todas las consecuencias pedagógicas que esto arrastra, se comenzaba también a ahorrar a los niños estos detalles truculentos.” (Linares Valcárcel, 2006).

A la niña del cuento no parece importarle el haber comido la carne y sangre de su abuela. En una inversión maternal, la niña se come a la vieja y con ella todo aquello que la ata al mundo del las normas. Para Oswald de Andrade, la antropofagia se establece en contra del determinismo y en favor del misterio, sin importar lo demás, como un acto de emancipación contra los valores establecidos. (Andrade, 1928).

VII.          El discurso dialógico


“Después el lobo le dijo:
– Desvístete y métete en la cama conmigo.
– ¿Dónde pongo mi delantal?
– Tíralo al fuego; nunca más lo necesitarás.
(…)”
            En el discurso dialógico que tienen el lobo y la niña existen muchos rasgos a analizar. Los elementos apuntan en su mayoría al carácter sexual de la escena. La niña parece encantada con el aspecto del lobo cuando se mete desnuda a la cama con él, no hay repulsión por el aspecto del mismo, sino admiración por las partes enormes y varoniles del ser con el que está acostada, elementos corporales que desde una interpretación psicoanalítica, son fálicos. (Brum, 2010). El rito de iniciación se establece con una especie de striptease, que procura incitar las normas y quebrantarlas al pasar de una situación infantil a la de una mujer con plenos derechos sexuales. El apetito del lobo no es carnal estrictamente hablando, sino sexual. (Ballesteros, 2012).

            Las prendas que se quitaba la niña eran echadas al fuego. El fuego establece el principio purificador del rito, asociado a su principio antagonista; también simboliza la acción de fecundidad, pero tal vez su aspecto más importante en cuanto al relato se refiere, debe ser su característica renovadora: la destrucción de la infancia y sus norma y conductas por una nueva forma de asociación sexual con nuevas formas asumidas desde una conducta más madura. (Chevalier, Jean y Alain Gheerbrant, 2009, pp. 511-514). El rito iniciático de la “desfloración ritual” tiene orígenes muy antiguos; así el poeta Calímaco relata que las muchachas vírgenes eran conducidas al templo y al día siguiente iban por ellas convertidas en mujeres. El sacrificio ritual procura elementos primarios, que en este caso es el fuego. En el ritual se descubren patologías infantiles: la figura del lobo es la del padre con actitud lasciva, en el ensayo Historia de una neurosis infantil (Caso del “Hombre de los lobos”), de Freud, comenta con respecto a dicho desorden similar: “Su último fin sexual, la actitud pasiva con respecto al padre, había sucumbido a una represión, siendo sustituido por el miedo al padre bajo la forma de la fobia al lobo.” (Freud, 1914-1918).

VIII.       Conclusiones


“Para comerte mejor, hijita. Y el lobo se la comió.”

            El final del cuento es de carácter moralizante. Los niños esperaban el final, sorprendidos. Comerse a la niña no sólo en sentido real, sino figurado, un juego semántico: “También se habla mucho de la metáfora de «comerse a alguien», en locuciones como «la pequeña está para comérsela»”. (Shojaei, 2012). Este ensayo sólo ha pretendido mostrar desde muchas disciplinas, un ejercicio interpretativo a fin de demostrar la infinidad de elementos y riquezas que poseen los cuentos infantiles. Analizar los códigos de los textos literarios es menester del literato, descubrir y escrutar la naturaleza de los mismos provee las herramientas suficientes en la construcción de la identidad, desde sus propiedades extradiegéticas y aquellas formales. La caperucita se presenta como uno de los paradigmas trascendentales de nuestra época. Su intención didáctica y moralizante permea casi todos los ámbitos sociales y culturales, sus elementos crean valores y señalan aquellos que son impropios para los niños, su virtud edificante y pedagógica influyen en la infancia. Es el cuento un crisol de ideas y símbolos que, desde el imaginario literario, se anclan en la cultura. En la subversión de valores resulta importante en la modernidad como elemento literario, a pesar de que sus versiones hayan sido diluidas bajo la premisa de una falsa o doble moral.



Bibliografía

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miércoles, 1 de julio de 2015

Ángel

Ángel de mi guarda, dulce compañía… Venían de todas partes a verlo, mujeres con las manos cuajadas de velas y cera derretida entre los dedos como candelabros antiguos, mientras caminaban en procesión se contaban los chismes, abrían las bocas y se las tapaban enseguida, se maravillaban y continuaban a paso cerrado; los hombres se quitaban el sombrero y miraban al cielo nublado de nuevo, buscaban respuestas, y luego miraban a la tierra fangosa donde encontraban más preguntas; los niños corrían en manadas y de pronto se detenían como perritos de pradera, abrían sus ojos y se levantaban de puntillas sobre los zapatos llenos de barro, y después volvían a correr animando a la multitud a acercarse. Ay los niños, tan tiernos y ciertos. …no me desampares ni de noche ni de día. ¡Un ángel que el señor nos mandó!, decían algunas mientras todos asentían con grave rostro. Cuando terminó de llover, ay viera, se abrió el cielo, unos rayos, pero el cielo sigue igual, sólo fue un momento, ¿verdad que lo vieron? Claro que lo vimos, como si del cielo cayera. Toda la noche en trabajo de parto, ay viera usted, hartos dolores y nada más no venía. Las horas que pasan, las horas del día… Ay viera de verlo, se mira tan inocente. ¡Pero si es un inocente! ¡Claro qué lo es! ¿Qué cosas digo? Y mire usted, blanco como la leche de cabra y los ojos negros como el carbón. Los niños parecían churumbeles y daban vueltas para todos lados sin llegar a ningún lugar, batían las palmas de las manos y cantaban. No me dejes solo, sé en todo mi guía; sin Ti soy chiquito y me perdería… Cuando entraron por fin al cuarto lo vieron, en realidad lo sintieron, una atmósfera de paz les entraba por los sentidos y se sentían como elevados, a algunos les flaqueaban las piernas y se tomaban de los brazos de otros. La madre descubrió la parte inferior del recién nacido quedando desnudo por completo. Oh madre amadísima de tiernos abrazos y dulces manos, de incondicional amor y entera en todo momento. Ven siempre a mi lado, tu mano en la mía. ¡Ángel de mi guarda, dulce compañía! ¿Es normal? ¡Calla insolente! ¡Así es como debe ser! ¡Los ángeles no tienen sexo!


Publicado en Revista Urbana, editor Cristóbal Marroquín, Gdl., Jalisco, México, Junio de 2015.


Colección de cuentos: Abominaciones y otros monstruos  

lunes, 8 de junio de 2015

Mientras el lobo no está

Casi nunca hay nada que hacer, correr por aquí o por allá, saltar y maullar, ocasionalmente atosigar a los ratones aunque no soy bueno para cazarlos, cada vez son más listos y escurridizos, de cualquier forma no me gustan, saben a aserrín y tienen poca carne, en términos generales soy un buen y ordinario gato. 

       Ése día, sin embargo, no fue nada ordinario. El tiempo era agradable y mientras disfrutaba de un buen baño de sol tendido en la ventana, los pelos se me erizaron desde la cola hasta las orejas. Lo vi llegar como una sombra entre los árboles. Rápidamente salté hasta la mecedora de la abuela en sus piernas, y maullé tan fuerte como pude pero ella estaba profundamente dormida, desde hace años que solo duerme, come y vuelve a dormir, yo digo que no es vida. 

      Pobre mujer que no sabía del peligro que estaba por llegar. Encajé las garras en sus piernas y lanzó un grito, eso fue lo último que hizo mientras unos enormes dientes se cerraron en su cuello, yo creo que tuvo una buena muerte, ni siquiera se enteró que el lobo la mató. Hay ancianas que pierden la voluntad con la edad o se pierden en el bosque confundidas y otras quedan postradas como las gallinas cuando duermen en la noche.

       Hubiera terminado yo también en las fauces del lobo, pero soy ágil y a una bestia de su tamaño qué le puede importar un pequeño animal como yo. El lobo no perdió el tiempo, desnudó a la abuela y tranquilamente empezó a comérsela aunque no había mucho que comer, poca carne, mucha piel como la corteza de un árbol, y pequeños huesos. Mientras el lobo comía yo me terminaba mi cuenco de leche. Las partes de la abuela que no le gustaron las metió en los frascos vacíos para la mermelada.

            Levantamos las orejas al mismo tiempo el lobo y yo. Ésa canción me era familiar. El lobo comenzó a vestirse rápidamente con las ropas de la abuela, ¡uy, pero qué gracioso se veía! Yo salté a la ventana y vi acercándose a la niña, la nieta de la abuela con su capa roja, cantando como siempre la muy idiota, yo no le gustaba, siempre me daba con la escoba o me amarraba cosas a la cola. 

      Cuando entró a la casa dejó la canasta encima de la mesa, me acerqué a husmear y estaba vacía como siempre, la glotona se había comido todo en el camino, me dio un manotazo que devolví con un arañazo y bufido,  y volví a la ventana. Se acercó a la “abuela” y supuso que estaba dormida. Vio los frascos repletos de carne fresca y abrió uno, poco a poco a grandes mordidas daba cuenta de lo que quedaba de la abuela.  Me acerqué y le dije:

—¡Sucia, te estás comiendo a tu abuela! ¡Puerca!

Ella sólo se chupó los dedos y puso los otros frascos en su canasta. Se desnudó, metió a la cama y escuché que le decía al oído al lobo: ¡Oh, pero qué ojos tan grandes tienes!

Ya había escuchado suficiente, incluso para un gato, aproveché para largarme. En alguna parte encontraría a una abuela y un buen plato de leche mientras el lobo no está.



Colección de cuentos: Cuerpos expuestos

lunes, 1 de junio de 2015

 Pies

El bailarín, hombre perfecto de feos pies que han tallado el escenario hasta quedar torcidos.

Pies llenos de vergüenza y dignidad al mismo tiempo, que soportan sobre sus tobillos el pulido mármol de perfección áurea.

Pies adoloridos  de extensiones sobrehumanas, con laureles en los arcos de sus empeines.  Como ofrendas vivas a Terpsícore.

Pies dispuestos a la guerra de las duelas, pies en guardia a la orilla del proscenio. Cansados pero siempre disciplinados en primera posición.

Pies deformes borrachos de aplausos y flores; adoradores de Hathor entre sahumerios, y víctimas con vendajes destinados a la gloria o al fracaso.

Pies contemplativos, viviendo a veces, tímidamente en las aterciopeladas piernas de un teatro: largas columnas de secretos, de extensiones, de ensayos, de arte y bacanales.

Pies moribundos que no se afrentan ante los peligros de la vejez y que son joyas preciosas y joviales para el ejecutante.

Pies de bailarín.

Poemario: Poemas del cuerpo y otras prisiones.


jueves, 28 de mayo de 2015

Piel


Sacan las viejas a tender sus pieles al sol,
sol alimento y calor entre las arrugas saurias.


Pieles humedecidas y acabadas por el tiempo,
tiempo sin horas, ni días, sólo recuerdos.


Cuelgan las pieles tendidas como sábanas desgastadas,
desgastadas con jirones por donde los hijos huyeron.


Sacan las viejas sus pieles y el viento las mece
como al estambre con que tejen sus cobijas:
esa otra piel cuando no hay sol.





Poemas del cuerpo y otras prisiones.
Muerte aletargada


¿Has visto qué alegres mueven sus apéndices
los muertos en La Habana?
Sus oquedades se llenan de azúcar,
de sol 
y silencios.


Levantan las manos al norte, 
siempre al norte.



Muertos insulares con las puertas 
siempre abiertas
a la nostalgia.








Poemas del cuerpo y otras prisiones.
Muñecas


La navaja

con su afilada neurosis


busca las muñecas




 Poemas del cuerpo y otras prisiones.

sábado, 23 de mayo de 2015

Ablación


“Conque ya estás preparado para atacar las
primeras líneas de la primera página.”
Ítalo Calvino


Vienes por la mañana antes de que el sol toque con su lengua la montaña y acaricie los campos, sabes que no tardará mucho en que la lengua del dragón roce la vida y todo arderá con una visión que desfallece los sentidos, mucho antes de que los animales se despierten y abran sus hocicos y se llenen con el calor del día. Llevas toda la noche rumiando para tus adentros, buscando dentro, muy adentro cerca del corazón y te tocas el pecho que late como el bufido de un búfalo y no encuentras respuestas, aunque sabes que hay millones de preguntas. La noche es testigo, noche cómplice y sospechosa donde se han acumulado todas las noches de todos los tiempos y todos los días jamás contados, y sin fuerzas te avienes a sus conjuros, sigues agazapada y levantas las manos al cielo y no hay nada, nunca ha habido nada. Y te dices: ¿Dónde está dios? Eres como una ladrona que se esconde detrás del pozo y esperas la hora propicia y a veces volteas de un lado a otro como si el venado te fuera a traicionar o el león descubriera tu escondite, y aun así no te detienes, esperas, porque has esperado siempre. Después te acercas lentamente y las huellas de tus pies son rastros de un terebinto recién cortado y tus brazos se abren, tus dedos se enredan en ella: los cabellos son hirsutos como las colas de los camellos y tus ojos se encuentran con la inocencia, sonríes y tu boca se ilumina como el cielo cuajado de estrellas, como un preciado manto de sicómoros entre dos columnas de ébano. Eres una ilusión perene de sol y sal, pero tus intenciones son volubles como las arenas del desierto que todos los días crean nuevos paisajes, así tu mente se confunde y de nuevo acaricias los cabellos y lloras, porque también has llorado siempre regando con tus lágrimas la arena y creado islotes de amargura donde los cocodrilos rasgan el ambiente con chillidos de odio y hambre. Extiendes tu mano que se encuentra con otra más pequeña y te levantas de la tierra donde sólo han habitado leche y miel. Le dices: ven, y te sigue muda con los ojos soñolientos como los de los camaleones y sus pasos son como los del impala recién nacido, piernas temblorosas con el corazón alerta. Caminas con el sol a tus espaldas como lo haz hecho con tus otros hijos pero ellos son varones y no corren peligro, y las arenas se tiñen con dos sombras que abren surcos que de pronto se vuelven a llenar como los pozos inertes que tanto has socavado. Miras y a lo lejos, las piedras se alzan como un cementerio de elefantes mientras aprietas la mano de tu sangre, sudorosa y ajena. Y entonces recuerdas, y muerdes el viento porque no hay nada más a que aferrarse. Y volteas a verla y ella sonríe mientras tú lloras. Llegas a las piedras que son ritual donde han habitado los demonios y los dioses, y el cielo se abigarra de buitres que han seguido tus pasos pacientemente, ya los habías visto porque se alzan como una corona de acacias en la lengua de la jirafas. Te postras entre dos almendras enormes, altar de íbice con el que ha sellado su pacto tu dios, ¡te relajas! Respiras. Habrás de poner todas tus fuerzas en tu empresa, habrás de continuar. Ahora ha llegado el momento. Piensas en otra cosa. Tus manos atan otras manos que no entienden y te devuelven ésa mirada de animal acorralado. Con tu velo aprisionas otros ojos y los cubres para que la realidad no la posea como un demonio. Tomas la navaja que has estado afilando toda la noche en la piedra y probado en las plantas de tus pies. La navaja en tu mano cae y corta. Mutila.  Tus oídos se revientan con los gritos como el sonido de la tormenta de arena. Ríos de sangre corren entre las piedras a la tierra, tierra que es sangre y vida y de nuevo la vida vuelve a ser tierra. Y te dices: he exorcizado el mal, ya no hay pecado. Sacas la aguja hecha con los dedos del espino y con uno de tus largos y perfumados cabellos a nardo y negro como la pez, coses la herida. Te mira a los ojos y escuchas entre sollozos: ¿por qué lo has hecho?
Das a los buitres los desechos y te alejas rápidamente porqué sabes que jamás te lo perdonará. Tú lo sabes.


Colección de cuentos: Cuerpos expuestos
Los pececitos

“A las ovejas se las puede esquilar
pero no despellejar.”
Tiberio


Vienes caminando por la calzada a Júpiter sorteando las rocas, y el aire enrarecido de sal y mar te levanta la túnica mientras una golondrina se estampa en el desfiladero y maldices a los dioses porque sabes que es una señal de mal agüero, tocas el pequeño falo de marfil que cuelga de tu pecho para ahuyentar la ira de algún demonio. Miras las rocas que se funden con el mar embravecido donde la espuma roja azota al último Liberto a tu servicio y piensas: Se lo merecía, no hay que tener mucho talento para limpiarle el culo a alguien, algún día también probarán las rocas el sabor de la traición y Sejano se pudrirá o alimentará a las bestias del océano; aunque sabes que no será así, porque Trasilo te ha dicho el día y la hora cuando la Señora de la Concordia apartará su mano y dejará que Apolo aniquilé al traidor. Llegas a la Villa de Piscis donde te aguardan los tritones de mármol a la entrada, y la entrada son las fauces del Kraken que anuncian la apertura al mundo desconocido y fascinante del que los hombres no regresan. En la entrada te espera Sejano con sus ojos halcón y quijada de caballo, sonríes para ti mismo porque ya conoces de su traición pero él no, y disfrutas el placer de saber de buena tinta destinos que no han sido revelados. Te desnudas y tu nuevo Liberto te ayuda con tus ropajes y el agua de la pequeña piscina refleja ése ser atormentado que tanto odias. Entras a la piscina y miras los reflejos del sol en el agua y los miles de cristales de cuarzo que han sido pulidos para tu placer, y el agua es tibia como el cuerpo de Gemelo, y cierras los ojos recordando los dedos de sus pies blancos en tus labios y sus cabellos dorados en tu entrepierna. Te despierta el chapoteo de los pececitos que han sido traídos de todas las provincias, los hay de todos los colores con ojos tímidos o avispados. Ellos saben que hacer porque han sido entrenados bajo tus órdenes y sonríes de nuevo. Algunos se acercan cuando les haces una señal y lamen tus dedos flacos que aún son capaces de atravesar una manzana verde. Otros se pegan a tu cuerpo donde las llagas y costras han cubierto las últimas máculas de piel y ahora son una masa deforme y sanguinolenta de carne podrida y maldices a los dioses frigios cuando las ves. Escuchas la lira y el cornu que adormecen tus sentidos entre pesadas cargas de incienso y mirra que se consumen en grandes incensarios de oro dedicados a las ninfas. El baile de los pececitos se vuelve sensual entre tus piernas, porque así lo has previsto, saben donde morder sin lastimar. Algunos se apoderan de tus testículos que flotan ingrávidos en el agua y piensas: Si tan sólo Gemelo estuviera aquí o fuera uno de ellos. Maldices al destino y a las Horas porque tu pene flácido seguirá así como lo ha estado por varias décadas, inerte como un pez secado al sol y afligido como la pequeña Drusila de pechos pequeños que tanto se afana en entregar sus ofrendas a Venus. Y piensas que pronto todo acabará, que ya no eres ni la sombra de nada y recuerdas cuando Trasilo te lo dijo: Te has convertido en un lastre para el imperio. Tocas los pececitos y los cuentas, unos treinta te dices, que fueron elegidos por ti de entre miles que esperan nadar bajo tu mirada, alrededor de tus nalgas, por entre tus piernas y mordisqueando tu sexo. Te tocas con cuidado los brazos, la cara y el cráneo y las piernas y las costras se desprenden. Alimento para los peces, piensas. Hay piel muerta e infectada flotando, como los restos de un navío, que se mezcla con el agua perfumada a rosas y sándalo, y las heridas se abren de nuevo, piensas que por hoy has tenido suficiente y sales de la piscina. Sonríes de nuevo a Sejano y entra la guardia con una tapa de cristal que cubre el total de la piscina, la tapa es como un embudo al revés y los pececitos quedan aprisionados en su jaula de vidrio. Mientras tu Liberto cura tus heridas, a una orden tuya extiendes los brazos, y los soldados vacían enormes cantidades de agua hirviendo por el embudo. Los pececitos han muerto. Sonríes de nuevo.


Colección de cuentos: Clásicos
La Caimana

La Caimana se mira tan fea en su ataúd de azaleas. Es como un animal apresado con sus manos saurias y sus ojos halcones. A punto de morder los tobillos del metate se miran también sus dientes. Su cuerpo escamoso ha vuelto, y sus pies henchidos de mugre y tierra son como macetas de lirios. Toda ella es como una bolsa para el mercado, mal cosida, hecha tiras con cabellos hirsutos y negros como el pantano. No siempre fue así. Alguna vez fue tan hermosa que los árboles se abrían a su paso para dejarla pasar y sus pies dejaban huellas de sándalo y chirimoya.

    La Caimana nació después de una novena de lluvias. El cielo se aclaró y el sol asomó sus chinguiñosos ojos a la tierra lodosa y siempre verde. Salió La Caimana entre las piernas flacas de su madre, casi reptando y tan pequeña como una fruta podrida, y abrió sus fauces a la vida con grandes chillidos sofocados, como si fuera a morir. El día de su nacimiento y otro más fueron los únicos días en que lloró, gimoteaba como un animal herido, hambriento. Su madre murió en el parto dejándolo solo. Me miraba a los ojos muy atenta y después acercaba sus labios animales a mi oído: Los primeros días me alimenté de grillos.

     De niño lo veía correr entre los árboles de papaya y zapote, ¡acércate faisán y ven conmigo! Me decía La Caimana. Brincaba de un lado a otro salvaguardando cualquier obstáculo con sus pies araña. Era tan feo que espantaba la noche y enseguida se hacía el alba. Era tan bueno que las frutas de los árboles le caían en las manos con sólo desearlo. Siempre supo que era diferente. Por las tardes lo veía levantar leña seca vestido con su falda de helechos. Tenía los pelos tan largos y crespos que a veces, cuando se quedaba dormido en la orilla del lago, los peces se enredaban entre sus cabellos como una red echada al mar. Hermosas gladiolas coronaban eternamente su frente, como hoy.

    Un día tan claro, tan soleado, se miró en el reflejo del agua, tan cristalina como plata bruñida, y se vio por primera vez. Miró en el agua a un caimán y supo que era él, ese día se puso La Caimana y cantaba: 

     ¿A dónde vas Caimana?  
     A buscar un hombre. 
    ¿A dónde vas Caimana? 
    A buscar un hombre.


    Un día llegaron los hombres de cacao con espaldas de cobre y ojos de perro. Un día bajaron de la bestia sus amos con las manos tan callosas que se podía moler pipián en ellas. La bestia llegaba todos los días a la misma hora y La Caimana aventaba pedazos de vida al tren.

    Me voy a casar, 
    vestida de blanco con cuentas de coral, 
    me voy a casar y seré tan bella que moriré de felicidad. 

    Yo no podía hacer otra cosa que creerle.

    Antes de rayar el alba su cadera jaguar se movía por entre la selva y buscaba. Escrutaba cada espacio y chupaba jugos de los trocos. Recogía por el camino frutas y hierbas. Cuando llegaba a su nido sacaba los frijoles que había puesto a remojar un día antes y los echaba al comal. Los frijoles estaban tan chinitos como los dedos de sus pies y chillaban cuando su piel tocaba el bálsamo girasol en la olla cerca del nixtamal. En el corral de las gallinas siempre se armaba un hervidero de chismes mientras recogía los huevos: ¿A dónde llevas mis huevos Caimana? A la sartén, ¿a dónde más? ¿Por qué te robas mis huevos Caimana? Son para poderme casar.

Al mediodía el olor en la cocina era tan penetrante que los maizales abrían sus hojas para poder cuchichear: 

La Caimana está cocinando, 
lleva meses sin descanzar. 
La Caimana avienta comida a los hombres que montan a la bestia, 
un día Caimana, 
un día un hombre se quedará. 

Y un día de la bestia saltó un hombre con ojos de capulín y manos de tapir. Manos grandes y negruzcas como carbón de ocote. Sus cabellos de obsidiana le lamían los hombros anchos como las riveras del Soconusco. Se quedó sentado en la orilla de las vías y el tren se alejó mientras volutas de humo salían de su pipa de tabaco con sabor a vainilla. ¡Adiós Caimana adiós! Se escuchaba a la bestia decir: He traído a tu hombre con él que te vas a casar.  

El hombre miró a La Caimana por un largo tiempo mientras hacía un ruido extraño con los dientes: Tú también comías grillos, en la boca los traes. Y se alejó La Caimana con un suave andar, sus helechos barrían la tierra y sus pies araña pisaban guijarros rojizos que se pegaban a sus talones tan curtidos que parecían molcajetes. El hombre la siguió con paso firme y la sombra de su pequeña estatura se proyectó como si fuera un enorme palmar. La Caimana entró a la selva rumbó a su nido sin voltear, y como si nada con un palo en la mano pinchaba las limas que quedaban apretujadas como una brocheta. Son para la sopa, dijó. Para la sopa serán.

Cuando La Caimana llegó a su guarida se puso de nuevo a cocinar. El hombre se sentó en un tronco mientras la miraba, sus ojos perros y capulines tenían pestañas de caballo, lacias y tercas que veían el suelo siempre. Mientras La Caimana hacía la sopa de lima sus cabellos se fueron desenredando y quedaron lisos como la hoja de plátano en un tamal. Con sus manos saurias acercó un plato al hombre que comió hasta quedar tan satisfecho que se miraba como una tortuga antes de desovar. Él besó las manos de La Caimana y la piel de toronja se volvió como una ciruela madura.

  ¿De dónde vienes? 
Del Sur y de más allá. 
¿A qué has venido? 
Más allá del otro lado hay una Caimana sola y fea como cerro talándome, 
dijo un faisán
tiene pies araña y manos saurias, pero hay más. 
Tiene ojos halcones y horrible andar. 
Busca un hombre para casarse.
he ir de blanco al altar. 
De allá he venido Caimana y de más allá.

Las caderas huecas de La Caimana se volvieron a llenar y sus labios de granada podrida se pusieron carnosos como chile manzano. Sus ojos halcones quedaron convertidos en ojos venado, y hasta la columna quebrada de tanto esperar recobró su fuerza. Ese fue el segundo día en que La Caimana lloró y toda la noche se escuchaban los chillidos, ora con risas, ora con silencios. ¡Caimana cállate que no nos dejas concentrar! ¡Calla o no tendrás más huevos en el comal! Decían las gallinas entre pujidos y largos suspiros, entre cortos sigilos y otros murmullos.

Muchos son los meses que pasaron y días aun más. La Caimana se ausentó por una semana. Cuando regresó los árboles se abrían a su paso y sus pies dejaban huellas de sándalo y chirimoya.

  ¿De dónde vienes Caimana? 
Te vas a ensuciar. 
Levanta tu vestido blanco que hay mucho lodo por acá. 
Vengo de casarme allá en la capital. 

El hombre de cacao la llevaba del brazo, así fue, del altar al comal. Se desvaneció La Caimana entre las guayabas y su corona de gladiolas cayó entre los zapotes y una penca de nopales. Murió La Caimana y su hombre no dejaba de llorar. El viento con olor a limas trajo azaleas para hacer un ataúd. Ahí yace la novia ahora tan fea como un caimán. La novia de los pantanos que murió de felicidad. 

Cuento publicado.

Los goces noctívagos: cuentos de diversidad sexual. Edición de Luis Martín Ulloa. Colección “Contraversos”. La Décima Letra. Guadalajara, Jalisco. México: 2014.

Colección de cuentos: Abominaciones y otros monstruos.