miércoles, 23 de mayo de 2018


Disertaciones draconianas

Apreciaciones lúdicas sobre “La más draga”.
Temporada 1, capítulo 01, “La más Diva”.

Tratando de abonar lúdicamente al quehacer dragonil de lo que acontece en las entretelas de las culturas periféricas y alternativas, y no como “subcultura”, en palabras literales de Lorena Herrera, y no habiendo otra necesidad en el lenguaje neobarroco que la alternancia y modificación semántica de los diferentes términos y jergas maricas en sus formas neológicas, como bien dice Nacha Guevara en la introducción de “El vals del minuto”, “espero que el tiempo y el oxígeno me lo permitan”, me atengo a comprometer una disertación drag sobre el programa de “La más draga” sin afán alguno de herir susceptibilidades o mentes frágiles.

Más allá de cualquier interpretación del programa, el drag es un fenómeno cultural que en los últimos tiempos se ha manifestado para ojos propios y extraños como en ninguna otra época y generación, y no está de “moda”. No es una moda debido a que su origen se encuentra a un siglo de su creación formal desde las primeras aportaciones lúdicas y contestatarias en la Alemania de los prolegómenos del siglo XIX, y que ahora es tan visible en todos lados de la cdmx; y que dentro de las aportaciones más evidentes sea la visibilidad, certeza que habita en cuatro o cinco concursos de dragas cada año, y cualquiera que sea el discurso o intención de los mismos, todos abonan y nutren una cultura singular desde el arte “sin querer queriendo” y pocos desde el ya obsoleto género binario y menos desde los estudios cuir, excepto en la hermenéutica de lo performativo.

De entrada debo señalar que los participantes y propuestas son interesantes pero no siempre los juicios del jurado que deberían nutrir, analizar, disentir o modular los discursos drag que se les presentan para no convertir el tema en una frivolidad. El drag como frivolidad solo toma cuerpo desde lo efímero en la noción temporal y espacial en que sucede, pero el discurso no lo es. Un drag es una contrariedad, una amable confusión de los sentidos y una sorpresiva forma de desconfigurar la norma para reconfigurarla con nuevos recursos estéticos.

No me pienso detener en quiénes deberían estar en el programa, no es un asunto de meritocracia, están las que están y punto. Y las que están, están muy bien. Tampoco lo haré tratando de analizar quiénes son dragas o no. Desde una estética meramente visual lo son, independientemente de su discurso (si es que lo hay); algunos más que otros en el juego de las hipermasculinidades y el resto con la tradición clásica de la construcción del personaje asociado a las feminidades y/o lo femenino. Queda también entendido que un “dragvesti” no es un término medio entre un drag y un travesti, sino la hiperbolización del último. Término que se emplea según los intereses del "artista"para solventar deficiencias estéticas, recursos intelectuales y económicos o simplemente ignorancia.

Evidentemente en todos los concursos se juega con el superlativo de “las más draga”, “la más perra”, “la más mexicana”, “miss mundo”, “mis universo”, etc., y sabemos que ninguna es la más perra, draga, mexicana, guapa o etc., de todo el universo ni del país o una región pero sí del programa o concurso en el que se participa; y no saberlo es pecar de inocencia.

Estamos frente a un programa que no tiene los recursos económicos de RuPaul´s Drag Race ni The Switch o La Gala Drag Queen de Las Palmas de Gran Canaria para ofrecer una calidad en producción fastuosamente técnica en iluminación o escenografía, y no por eso es menos digna. Hay que suscribir los hechos desde el contexto en que se desarrollan. El estilo mexicano está presente y es notorio pero el marica casi ha desaparecido, no se encuentra en los motivos escenográficos lo cuir; lo menciono porque estamos acostumbrados a los referentes y clichés maricas establecidos y, sin embargo, es original. Por otro lado, siguiendo con los recursos técnicos, hay una ausencia de dirección de cámaras que podría volver el programa más dinámico.

Lo primero con lo que el espectador se enfrenta es a la conducción de Lorena Herrera, que ya ha sido varias veces reina de las Gay Pride, y algunos podrían preguntarse por qué ella habiendo personajes gays que podrían estar en el mismo lugar… ¡Ah sí! ¿Quiénes? Volvemos a la meritocracia, y en este asunto es fácil caer en un pozo sin salida. La homonormatividad protagónica exclusiva en las comunidades elegebeteras no es bienvenida. El arte no depende de la sexualidad, identidad de género ni sexo del artista sino de la creatividad y técnica. El arte sin técnica no es arte.

Ahondando un poco en la “subcultura” que menciona Lorena Herrera y que ha estado “escondida”, es menester señalar que el drag es parte del subterráneo, pertenece a lo alternativo y cuando se convierte en “masscult” pierde su valor no solo artístico sino también simbólico según la teoría de Dwight MacDonald, y que suscribo; peor aún es cuando habita las fronteras de la “midcult”, espacio ilusorio de esnobistas y oportunistas no cultivados que consumen el arte o fenómenos culturales por mera pretensión. De tal forma que es conveniente que el drag siga siendo parte de lo “escondido”.

Por otro lado en el discurso inicial de Lorena y en relación con los superlativos me llama la atención la frase “que se necesita ser la más feminosa”, curioso término que habla de “muchosidad”; y es necesario comenzar a romper los paradigmas de la asociación del drag con lo femenino, y tendríamos que hacernos obligatoriamente una pregunta: ¿Qué es lo femenino y la feminidad, lo masculino y la masculinidad?

La masculinidad y la feminidad se entienden como una desigualdad que establece la superioridad del hombre y la subordinación de la mujer. Dicha distinción entre los géneros promueven relaciones de poder cultural y socialmente que resultan en diferencias económicas y políticas evidentes. Citando a Lamas, se concibe por género a la “construcción simbólica e imaginaria que soporta los atributos asignados a las personas a partir de la interpretación cultural de su sexo”; es decir, que provoca distinciones o diferencias en todos los ámbitos del quehacer social, sexual, biológico, jurídico, etc., y se establece como una imposición heteronormada.

El drag queen se conforma como un ente contestatario al fracturar el canon o la norma de dichas imposiciones jugando con los roles de género, desestructurando lo que se espera de sí mismo y reestructurándolo en novedosas formas no binarias. Las masculinidades y feminidades son alteradas y provocadas conscientemente por el artista drag creando personajes hiperbólicos y grotescos que forman parte de un universo fantástico y onírico, efímero y discursivo.

En la presentación de los participantes se muestran cuáles son las “inspiraciones” de sus drags, algunos de ellos como personajes (Deborah la Grande, Margaret y Ya, y Cordelia Durango), otros como “alter ego” (Debra Men, Eva Blunt, Bárbara Durango y Lana), y ninguno homónimo. En la creación del drag queen encuentro estas grandes categorías para su estudio y mejor comprensión del fenómeno:

1.      Drag personaje: el drag es una creación independiente a su creador con características estéticas, personalidad y carácter propios. Un personaje con una historia que crece y se modifica a través de su contexto, nociones académicas y se manifiesta en el quehacer histriónico. Posee un lenguaje definido y puede o no estar de acuerdo con su creador. La diferencia entre el creador y el personaje es evidente.

2.      Drag alter ego: el drag es una creación dependiente a su creador, es una extensión del mismo en donde las aspiraciones juegan un lugar predominante. Este tipo de drag es una idealización de las pretensiones del creador. Posee una personalidad ambigua que discurre entre el carácter del creador y el personaje. Es una proyección lúdica del creador.

3.      Drag homónimo: el drag es una creación codependiente a su creador y la única diferencia es visual. Es una creación intradiegética y expuesta (siempre en primera persona).  

La elección del nombre drag es el resultado de la comunión con la “musa” o referencia que ofrece identidad al personaje, y afortunadamente la mayoría de las dragas con de las generaciones anteriores a ésta rehúsan al malinchismo como significación del logocentrismo sin radicalizarse entre el chovinismo o el nacionalismo; el resultado es original y certero. Es revelador este punto ya que las nuevas generaciones de dragas optan por un nombre compuesto o yuxtapuesto de origen anglosajón que evidencia su formación (a veces deficiente) desde una visión gringa, idealista y poco original. La originalidad en un drag lo es todo. La réplica es sinónimo de carencias en la gestión de los recursos creativos.

En cuanto al logocentrismo, y uso el término desde la postura del principio de identidad propuesto por Derrida en la separación conceptual de “Différence” y “Différance”, en donde existen claras diferencias: la primera alude a la metáfora y existe una intención deliberada, mientras que la segunda rechaza el culto a la identidad; hay que señalar que en ocasiones existe una dicotomía entre la pretensión del artista y lo que el público ve; es decir, entre el significado y el significante.

El nombre también lo es todo. Debe ser revelador, corto y evidente. Tan solo con el nombre de un drag el referente debe conocer cuáles son las características visuales del personaje, su personalidad, en ocasiones su postura política, las estéticas y recursos intelectuales de las que ha echado mano en la construcción del mismo y hasta los elementos simbólicos que posee. El nombre se nutre del cliché, el arquetipo o el estereotipo; es decir, debe jugar, para que tenga peso, con el inconsciente colectivo, el lugar común o la referencia inmediata.

Hasta donde logro vislumbrar la intervención de Johnny Carmona presenta un conflicto de intereses al ser “coach” y jurado, ya que no permite la objetividad o neutralidad que se espera. Es complejo ser parte y juez. En este punto el primer tema que se propone, “Divas del cine de oro mexicano”, y necesita vastas referencias nacionales para poder deconstruir un personaje y reconstruirlo sin perder la esencia del drag. Un drag no interpreta, reinterpreta. Un drag no es un imitador o cosplayer, debe tener cuidado con el uso de prostéticos y tampoco es una parodia. Para lo neófitos del drag e incluso para los que ya poseen conocimientos del tema en ocasiones resulta confuso establecer diferencias entre las muchas expresiones artísticas. Muchos drags experimentan con éstas expresiones sacrificando su personaje, olvidando su naturaleza y creando otros personajes que no son drag pero que a los ojos del incauto pueden ser tomadas por válidas.

Resulta gratamente sorprendente la convivencia en camerinos. El camerino es parte fundamental del secreto y magia de un drag, y cualquier ser nocturno que se dedica a las malas artes noctívagas, es una parte vedada que provoca curiosidad y morbo en todos aquéllos que solo pueden imaginar lo que sucede en su interior. Lamentablemente los programas de dragas extranjeros ofrecen una versión del quehacer en los camerinos muy sensacionalista, amarillista, violenta, producida y poco real que solo desvirtúa el acontecer del camarín en favor del “rating”. El camerino, para cualquier artista, es un templo en donde se sucede la transformación, preparación y las energías contenidas para poder liberarlas en los escenarios, no es un campo de batalla sin cuartel como otros programas lo presentan. El camerino es “el escenario fuera del escenario”, un espacio físico destinado a la introspección y la exposición de las almas, la antesala del artista.

El camerino es “Una habitación propia” como la novela de Virginia Woolf, un reclamo privado para la intimidad en donde las ideas convergen y la independencia es fundamental. Aún en los camerinos comunitarios se encuentra siempre una burbuja de intimidad, una frontera que se infiere como individual. Los espejos reflejan la construcción del otro yo expuesto, el “reflejo antagónico” de Borges, la ilusión de que todo hombre es necesariamente otro hombre. El actor o artista frente a un espejo se descubre como “otro”, y el personaje cobra vida. Un drag comienza a ser drag bajo el duro juicio de un espejo y no antes, justo cuando se pone o quita algo que lo desnuda como el mismo, y deja de ser drag en cuanto algún elemento ya no lo complementa. Un drag es efímero. El drag no es un estilo de vida, es un personaje que vive y muere en cada ocasión. Un drag es un fénix.

De tal forma que cuando un drag se quita la peluca o desnuda en un escenario no existe ninguna justificación para hacerlo, sería como quitarse un brazo o una pierna, a menos que sea un acto de performance o cabaret o un montaje en donde el elemento simbólico sea parte fundamental del acto. Este asunto en el que el artista es desmembrado de la parafernalia es bastante discutido y requiere de muchos elementos escénicos y extra-escénicos para que ofrezca el resultado que se desea, si es que la finalidad esta acompañada del drama o la tragedia y que mal logrado resulta en comedia (incidental).

Continuando con el programa, la presentación del jurado es reveladora. Primeramente se menciona a Yari Mejía, después le sigue Johnny Carmona y le pregunta Lorena Herrera “¿qué se siente ser icono gay?”, y él inteligentemente evade la pregunta. Anteriormente en un post que hice en facebook señalé: “dejen de llamarse icónicas entre ustedes porque en dos años no sabrán qué pasó”, el comentario tiene que ver con una serie de exposiciones entre dragas en las redes sociales en donde el uso de la palabra “icónica” se ha vuelto tan coloquial que asusta y merece una pequeña reflexión.

El universo drag suele ser también un conjunto de realidades atemporales y los montajes, en su mayoría, pertenecen a un presente inmediato cuya alma residual habita en el copretérito, de tal forma que, cualquier show que haya sido calificado como icónico, inmediatamente deja de serlo rompiendo con las características de la iconicidad. Creo que existen palabras en el argot coloquial, sobretodo en el universo drag, que se ocupan sin saber su significado y por consiguiente su empleo, y entre ésas malévolas palabrejas, pero que suenan tan rimbombantes, se encuentran “icono”, “iconicidad”, “icónico” e “iconoclasta”; y todas ellas navegan bajo la tormenta amenazante de otra palabra que solo de oírla uno prefiere enfrentarse a la Gorgona que a sus complejidades: la semiótica. Así que si es no usted un hereje convencido, por el bien de su autoestima, hay que dejar de usarlas.

Después de Johnny como jurado sigue Susana Zabaleta quien menciona que su primer acercamiento al drag fue viendo a RuPaul. RuPaul es un referente obligado de la cultura drag pero no el único, sí el más comercial pero no substancial en los últimos tiempos; en sus primeras épocas encantaba la propuesta de un personaje que rompía con los estándares y categorías de la imposición de los cánones de la belleza occidental al proponer una escisión entre la “negritud” y la “blonditud” confrontando el estigma del ideal de una súper modelo. Este discurso quedó en el olvido dando paso a la masificación del drag diluyendo su valor simbólico por la capitalización del fenómeno.

En las últimas temporadas de RuPaul´s Drag Race, RuPaul ha manifestado, abiertamente, que el drag debe ser exclusivamente para hombres (excluyendo a las personas trans, hombres heterosexuales y mujeres) obligando al drag a una postura binaria, a la orientación e identidad sexual y no como una expresión artística. Después el famoso drag tuvo que reconsiderar su postura, aunque muchos señalan que solo lo hizo en favor del programa y los estipendios onerosos que resultan de la exposición mediática. Encontramos una máxima de uso coloquial en la población marica: La discriminación habita al interior de la comunidad.

Hoy me parece pertinente echar mano al pasado del drag mexicano en las figuras de Las Hermanas Vampiro que ya en sus inicios (hace 25 años), en La Victoria (bar de la cdmx), entre los artistas que conformaban la compañía drag se encontraban hombres homosexuales y heterosexuales, una mujer y transexuales. Lo menciono para sembrar un precedente de que el drag mexicano se debe más a su quehacer como arte y no como género.

Para nuestra mala fortuna muchas de las nuevas dragas toman como modelo a seguir el drag gringo, que en su mayoría es frívolo y genérico, en lugar de otras referencias con mayores elementos culturales y contenido. Rupoleras se les llama. Muchas de las rupoleras, incluyendo a las gringas del concurso RuPaul´s Drag Race no son dragas sino travestis y dragvestis, la mayoría; y en sus presentaciones fuera de gringolandia, sin todos los recursos que les ofrece un programa muy producido, resultan poco atractivas, aburridas y parecidas más al “fast food” que al arte. Me gusta comparar a las dragas gringas con la producción de Jean-Michel Basquiat, que a pesar de lo “sorpresivo” de sus obras al comprender las expresiones artísticas de los años 70, carecen de un propósito estético. Las dragas de cada país son el resultado del crisol de sus culturas. El drag debe tener un propósito, incluso el más frívolo.

Lorena Herrera menciona cuáles serán los parámetros a calificar: Ejecución, presentación y creatividad. Todo juicio es subjetivo y dependerá, en este caso con respecto al concurso, de las referencias del universo drag y cuir, el contexto, las profesiones de los jurados, la capacidad para resolver e identificar las diferentes categorías estéticas y otros menesteres satelitales que podrían inferir en el aspecto creativo de los personajes. No hay que olvidar que en todos los concursos, aparte de los elementos técnicos, se trafica con sueños e ilusiones. Y que en la manera de abordar el drag, al mismo tiempo, se estará educando a una población sobre las identidades periféricas. Una enorme responsabilidad.

El programa presenta un nuevo personaje descrito como “la odiosa y mortífera Letal”. Remontando un poco en el texto y con respecto al logocentrismo y lo icónico, resulta singular que un personaje que no se sabe quién es, se llame “Letal”, cuando Letal de “Tacones lejanos”, película de Almodóvar, sí es un personaje icónico y no existe ninguna justificación para una réplica, por el contrario, resulta absurdo. Es menester repetir que cualquier señalamiento en esta disertación bajo ninguna circunstancia es personal (para evitar salseos, peleas de pulseras, bufes innecesarios, catadoras de precios y demás chuladas boxísticas).

La ejecución del tema “la más Diva” de la noche comienza con Debra Men en Pedro Infante, Bárbara Durango en Ninón Sevilla, Deborah La Grande en Tongolele, Margaret y Ya en Ninón Sevilla, Cordelia Durango en Sara García, Lana en Elsa Aguirre y María Félix y Eva Blunt en Tongolele. Se infiere que los vestuarios y no “trajes” son una producción  de cada participante (y que la falta de acentos en las palabras mayúsculas en los cintillos de cada presentación es un error de parte de la producción que hay que corregir). También sorprende la duplicidad de los personajes del cine de oro mexicano elegidos por algunos participantes y solo puedo elucubrar que tal elección se debe a la falta de referencias, como bien lo habían mencionado algunos de ellos. Sin las referencias correctas es complejo aterrizar los personajes teniendo como única solución el cliché.

Ahora más que nunca traigo a colación los consejos de Artús Chávez cuando señala que un drag debe leer mucho, consumir una cantidad ingente de cine, documentales y música, y estar enterado en todo momento del acontecer actual. Estos consejos pueden resultar un tanto chocantes, pero es necesario puntualizar que el drag trabaja con el arte y herramientas intelectuales para crear, y mientras las referencias sean vastas mejor estará nutrido el personaje.

En cuanto a los comentarios de los jueces Susana Zabaleta es muy coherente al igual que Johnny (en esta primera presentación), de Yari Mejía no logro entender su postura sobre lo “bonito” en caso de ser pragmática, y desde la estética de lo bello y la belleza, el gusto siempre es subjetivo ya que carece de un juicio lógico o de conocimiento, según Kant respecto al juicio del gusto estético, esta subjetividad refiere una carga emotiva y sentimental, un valor agregado estimado o desestimado desde la intencionalidad en la creación del personaje drag, y que para tener validez, el referente (juez), debe ser reflexivo y no atender solo a los sentidos, Kant afirma: “sería ridículo que alguien, que preciase un tanto de gusto, pensara justificarlo con estas palabras: ‘ese objeto [...] es bello para mí’.
Por último se le concede la palabra a “Letal” (no dejaré de entrecomillarla), y quien pontifica una frase: “Una verdadera diva no necesita un escenario para serlo, ella se sube a sus tacones y ése es su escenario”. No estamos frente a una construcción paremiológica brillante. Un drag es un ente exhibicionista que necesita obligatoriamente de un mirón o voyerista para cobrar vida. No hay dragas de clóset. El drag no es introspectivo como el travesti (que llaman “clínico”), sino extrovertido que encuentra placer en la mirada del otro, en la contemplación ajena, la lisonja. Un drag es un nicho que exige reverencia, prontitud y lealtad. Curiosamente en otras latitudes los drags poseen elementos que sin ellos no tienen razón de ser, como los tacones o plataformas (en asociación con lo femenino). Para el drag mexicano, que es un ente diverso, estos elementos pueden no estar presentes y aún así no dejar de ser una quimera. Un drag es un escenario itinerante en sí mismo, y los elementos o recursos escénicos también suelen ser drama; es decir, movimiento.

Para las consideraciones finales y reflexiones de los jueces en relación con las puntuaciones ¿cómo abordar los juicios tratando de ser objetivo? Sólo en el contexto del programa y los especialistas que califican el desempeño del drag. En general atinados todos dentro de los parámetros singulares que un concurso se merece. Pero en ocasiones se les olvida que la singularidad es el drag y se mide dentro de otras estéticas visuales, dramáticas y discursivas. Habría que tomar en cuenta que los participantes tienen una intencionalidad y sus personajes reinterpretan otros personajes (del cine de oro mexicano); es decir, obligan a sus dragas a deconstruir (la mayoría de ellos) un icono en sus partes más vitales y visibles (signo) para referenciarlas en otro personaje con base en el cliché sin traicionar su esencia (performativa); y éste motivo no es tomado en cuenta como factor fundamental del discurso contestatario o postura política.

¿Cuál es la postura de los jueces? Algunos todavía obedecen a las prácticas heteronormadas y asimiladas cultural y socialmente que manifiestan en sus juicios en relación a ver el drag como una réplica de dichas prácticas en lo asociación con lo femenino, y no exigen (dado que no está en su quehacer contestatario), una expresión más “queer” o que no se ajusta a los parámetros establecidos occidentalmente como belleza, corrección, norma, etc., dejando de lado el motivo principal del drag: fracturar el sistema heterosexista. El drag debe verse ahora como un ente emancipador (adaptando las teorías de Preciado con respecto al feminismo y el movimiento homosexual) pero ya divorciado del binarismo.

Me sorprenden los montajes de los participantes al querer romper con las estructuras heteronormadas y lo jueces en insistir lo contrario. Voy a aventurar una suposición: tal vez tales juicios son el resultado del precario conocimiento de algunos de ellos sobre el universo drag, que está en constante transformación y resignificación, y que aún los estudiosos del tema tampoco vemos con la luminosidad que quisiéramos. En este asunto, y a pesar de que el drag es un fenómeno ampliamente difundido, también es poco estudiado. Y muchos de los estudios sobre el drag, que son pocos, son obsoletos.

Después de los resultados, emitidos por los jueces, Lana y Eva son salvadas. La opción del jurado es permitir que los personajes que podrían ser asimilados y asociados con el concepto de la feminidad deban continuar. Las puntuaciones más altas se las llevan Margaret y Ya, y Cordelia Durango, permitiendo que la categoría de lo grotesco como estética ofrezca una visión del drag menos heteronormado. En “La estética del disloqué” de Juan José Arreola (1952) lo grotesco se manifiesta a través del movimiento de los cuerpos y “atavíos en situaciones patéticas pero divertidas” y que es al mismo tiempo, en palabras de Alfonso Reyes, como “la más genuina y típica manifestación nacional”.

Así encontramos una Sara García barbuda macha (Cordelia Durango) y epítome de la masculinidad idealizada por algunos sectores sociales que la asocian con lo lésbico; y por otro lado una Ninón Sevilla (Margaret y Ya), impoluta e inmaculada vestida enteramente de blanco, de carnes sobradas, y contraria a la figura estilizada y asociada al cliché de la rumbera con tintes de mala fama y un tanto disoluta. Ambos personajes redondos y bien estructurados en cuanto a lo contestatario. Un atino por parte de los jueces. La ganadora del tema es Cordelia Durango. En palabras de Susana Zabaleta la decisión se debe al impacto de un personaje tan fuerte. Si un drag no impacta bien podría dedicarse a otra cosa.

De las tres finalistas es salvada Bárbara Durango (Ninón Sevilla), quizás la única que optó por una imitación y no por la construcción de un personaje drag. Los jueces no ofrecieron ninguna explicación sobre su decisión así que es difícil saber cuáles fueron los parámetros estéticos o recursos dramáticos en que basaron su juicio. Por último quedaron para un "mano a mano" Deborah La Grande (Tongolele) y Debra Men (Pedro Infante). Ambos empataron y se tomó la decisión de que siendo el primer programa no hay eliminados.

Supongo que debió ser duro para Deborah La Grande estar dentro de las que, a juicio de los jurados, no tuvo un buen desempeño, tratándose de alguien que se dedica profesionalmente a las malas artes de la noche y con una carrera exitosa que ha encandilado el ojo de propios y extraños con montajes verdaderamente sorprendentes y con muy buena calidad. Por otro lado Debra men presentó un personaje icónico nacional, completamente contestatario y discursivo que ofrece la desestructuración del hombre-macho a su expresión marica; desestabilizando el canon y la norma. Un personaje que no debió quedar en los últimos lugares.

“La más draga” promete ser un crisol de identidades periféricas estableciendo el drag mexicano como un ente creativo y discursivo singular, con una identidad nacional y cultural rica en expresiones artísticas. También es un parámetro para los que estudiamos el tema en tratar de profetizar hacia a dónde va el fenómeno y cuáles son las regiones heteronormadas que desestabiliza. El drag, a mí parecer, tiene todos los elementos para ser un apéndice del género dramático y divorciarse, con sus cláusulas prudentes, de las estructuras binarias.

Oswaldo Calderón