Disertaciones draconianas
Apreciaciones lúdicas
sobre “La más draga”.
Temporada 1, capítulo
01, “La más Diva”.
Tratando de abonar lúdicamente al quehacer dragonil de lo
que acontece en las entretelas de las culturas periféricas y alternativas, y no
como “subcultura”, en palabras literales de Lorena Herrera, y no habiendo otra
necesidad en el lenguaje neobarroco que la alternancia y modificación semántica
de los diferentes términos y jergas maricas en sus formas neológicas, como bien
dice Nacha Guevara en la introducción de “El vals del minuto”, “espero que el tiempo
y el oxígeno me lo permitan”, me atengo a comprometer una disertación drag
sobre el programa de “La más draga” sin afán alguno de herir susceptibilidades
o mentes frágiles.
Más allá de cualquier
interpretación del programa, el drag es un fenómeno cultural que en los últimos
tiempos se ha manifestado para ojos propios y extraños como en ninguna otra
época y generación, y no está de “moda”. No es una moda debido a que su origen
se encuentra a un siglo de su creación formal desde las primeras aportaciones
lúdicas y contestatarias en la Alemania de los prolegómenos del siglo XIX, y
que ahora es tan visible en todos lados de la cdmx; y que dentro de las
aportaciones más evidentes sea la visibilidad, certeza que habita en cuatro o
cinco concursos de dragas cada año, y cualquiera que sea el discurso o
intención de los mismos, todos abonan y nutren una cultura singular desde el
arte “sin querer queriendo” y pocos desde el ya obsoleto género binario y menos
desde los estudios cuir, excepto en la hermenéutica de lo performativo.
De entrada debo señalar que los
participantes y propuestas son interesantes pero no siempre los juicios del
jurado que deberían nutrir, analizar, disentir o modular los discursos drag que
se les presentan para no convertir el tema en una frivolidad. El drag como
frivolidad solo toma cuerpo desde lo efímero en la noción temporal y espacial
en que sucede, pero el discurso no lo es. Un drag es una contrariedad, una amable
confusión de los sentidos y una sorpresiva forma de desconfigurar la norma para
reconfigurarla con nuevos recursos estéticos.
No me pienso detener en quiénes
deberían estar en el programa, no es un asunto de meritocracia, están las que
están y punto. Y las que están, están muy bien. Tampoco lo haré tratando de
analizar quiénes son dragas o no. Desde una estética meramente visual lo son,
independientemente de su discurso (si es que lo hay); algunos más que otros en
el juego de las hipermasculinidades y el resto con la tradición clásica de la
construcción del personaje asociado a las feminidades y/o lo femenino. Queda
también entendido que un “dragvesti” no es un término medio entre un drag y un
travesti, sino la hiperbolización del último. Término que se emplea según los
intereses del "artista"para solventar deficiencias estéticas, recursos intelectuales y
económicos o simplemente ignorancia.
Evidentemente en todos los
concursos se juega con el superlativo de “las más draga”, “la más perra”, “la
más mexicana”, “miss mundo”, “mis universo”, etc., y sabemos que ninguna es la
más perra, draga, mexicana, guapa o etc., de todo el universo ni del país o una
región pero sí del programa o concurso en el que se participa; y no saberlo es
pecar de inocencia.
Estamos frente a un programa que
no tiene los recursos económicos de RuPaul´s Drag Race ni The Switch o La Gala Drag Queen de Las Palmas de Gran Canaria para ofrecer una calidad en producción fastuosamente técnica en
iluminación o escenografía, y no por eso es menos digna. Hay que suscribir los
hechos desde el contexto en que se desarrollan. El estilo mexicano está
presente y es notorio pero el marica casi ha desaparecido, no se encuentra en
los motivos escenográficos lo cuir; lo menciono porque estamos acostumbrados a
los referentes y clichés maricas establecidos y, sin embargo, es original. Por
otro lado, siguiendo con los recursos técnicos, hay una ausencia de dirección
de cámaras que podría volver el programa más dinámico.
Lo primero con lo que el
espectador se enfrenta es a la conducción de Lorena Herrera, que ya ha sido varias
veces reina de las Gay Pride, y algunos podrían preguntarse por qué ella
habiendo personajes gays que podrían estar en el mismo lugar… ¡Ah sí! ¿Quiénes?
Volvemos a la meritocracia, y en este asunto es fácil caer en un pozo sin
salida. La homonormatividad protagónica exclusiva en las comunidades
elegebeteras no es bienvenida. El arte no depende de la sexualidad, identidad
de género ni sexo del artista sino de la creatividad y técnica. El arte sin
técnica no es arte.
Ahondando un poco en la
“subcultura” que menciona Lorena Herrera y que ha estado “escondida”, es
menester señalar que el drag es parte del subterráneo, pertenece a lo
alternativo y cuando se convierte en “masscult” pierde su valor no solo
artístico sino también simbólico según la teoría de Dwight MacDonald, y que
suscribo; peor aún es cuando habita las fronteras de la “midcult”, espacio
ilusorio de esnobistas y oportunistas no cultivados que consumen el arte o
fenómenos culturales por mera pretensión. De tal forma que es conveniente que
el drag siga siendo parte de lo “escondido”.
Por otro lado en el discurso
inicial de Lorena y en relación con los superlativos me llama la atención la
frase “que se necesita ser la más feminosa”, curioso término que habla de
“muchosidad”; y es necesario comenzar a romper los paradigmas de la asociación
del drag con lo femenino, y tendríamos que hacernos obligatoriamente una pregunta:
¿Qué es lo femenino y la feminidad, lo masculino y la masculinidad?
La masculinidad y la feminidad se
entienden como una desigualdad que establece la superioridad del hombre y la
subordinación de la mujer. Dicha distinción entre los géneros promueven
relaciones de poder cultural y socialmente que resultan en
diferencias económicas y políticas evidentes. Citando a Lamas, se concibe por
género a la “construcción simbólica e imaginaria que soporta los atributos
asignados a las personas a partir de la interpretación cultural de su sexo”; es
decir, que provoca distinciones o diferencias en todos los ámbitos del quehacer
social, sexual, biológico, jurídico, etc., y se establece como una imposición
heteronormada.
El drag queen se conforma como un
ente contestatario al fracturar el canon o la norma de dichas imposiciones
jugando con los roles de género, desestructurando lo que se espera de sí mismo
y reestructurándolo en novedosas formas no binarias. Las masculinidades y
feminidades son alteradas y provocadas conscientemente por el artista drag
creando personajes hiperbólicos y grotescos que forman parte de un universo
fantástico y onírico, efímero y discursivo.
En la presentación de los
participantes se muestran cuáles son las “inspiraciones” de sus drags, algunos
de ellos como personajes (Deborah la Grande, Margaret y Ya, y Cordelia Durango),
otros como “alter ego” (Debra Men, Eva Blunt, Bárbara Durango y Lana), y
ninguno homónimo. En la creación del drag queen encuentro estas grandes
categorías para su estudio y mejor comprensión del fenómeno:
1. Drag
personaje: el drag es una creación independiente a su creador con
características estéticas, personalidad y carácter propios. Un personaje con una historia
que crece y se modifica a través de su contexto, nociones académicas y se manifiesta
en el quehacer histriónico. Posee un lenguaje definido y puede o no estar de
acuerdo con su creador. La diferencia entre el creador y el personaje es
evidente.
2. Drag
alter ego: el drag es una creación dependiente a su creador, es una extensión
del mismo en donde las aspiraciones juegan un lugar predominante. Este tipo de
drag es una idealización de las pretensiones del creador. Posee una personalidad
ambigua que discurre entre el carácter del creador y el personaje. Es una
proyección lúdica del creador.
3. Drag
homónimo: el drag es una creación codependiente a su creador y la única
diferencia es visual. Es una creación intradiegética y expuesta (siempre en
primera persona).
La elección del nombre drag es el
resultado de la comunión con la “musa” o referencia que ofrece identidad al personaje,
y afortunadamente la mayoría de las dragas con de las generaciones anteriores a ésta rehúsan al malinchismo como
significación del logocentrismo sin radicalizarse entre el chovinismo o el
nacionalismo; el resultado es original y certero. Es revelador este punto ya
que las nuevas generaciones de dragas optan por un nombre compuesto o
yuxtapuesto de origen anglosajón que evidencia su formación (a veces
deficiente) desde una visión gringa, idealista y poco original. La originalidad
en un drag lo es todo. La réplica es sinónimo de carencias en la gestión de los
recursos creativos.
En cuanto al logocentrismo, y uso
el término desde la postura del principio de identidad propuesto por Derrida en
la separación conceptual de “Différence” y “Différance”, en donde existen claras
diferencias: la primera alude a la metáfora y existe una intención deliberada,
mientras que la segunda rechaza el culto a la identidad; hay que señalar que en
ocasiones existe una dicotomía entre la pretensión del artista y lo que el
público ve; es decir, entre el significado y el significante.
El nombre también lo es todo.
Debe ser revelador, corto y evidente. Tan solo con el nombre de un drag el
referente debe conocer cuáles son las características visuales del personaje,
su personalidad, en ocasiones su postura política, las estéticas y recursos
intelectuales de las que ha echado mano en la construcción del mismo y hasta
los elementos simbólicos que posee. El nombre se nutre del cliché, el arquetipo
o el estereotipo; es decir, debe jugar, para que tenga peso, con el
inconsciente colectivo, el lugar común o la referencia inmediata.
Hasta donde logro vislumbrar la
intervención de Johnny Carmona presenta un conflicto de intereses al ser
“coach” y jurado, ya que no permite la objetividad o neutralidad que se espera.
Es complejo ser parte y juez. En este punto el primer tema que se propone,
“Divas del cine de oro mexicano”, y necesita vastas referencias nacionales para
poder deconstruir un personaje y reconstruirlo sin perder la esencia del drag.
Un drag no interpreta, reinterpreta. Un drag no es un imitador o cosplayer,
debe tener cuidado con el uso de prostéticos y tampoco es una parodia. Para lo neófitos
del drag e incluso para los que ya poseen conocimientos del tema en ocasiones resulta
confuso establecer diferencias entre las muchas expresiones artísticas. Muchos drags
experimentan con éstas expresiones sacrificando su personaje, olvidando su naturaleza
y creando otros personajes que no son drag pero que a los ojos del incauto
pueden ser tomadas por válidas.
Resulta gratamente sorprendente
la convivencia en camerinos. El camerino es parte fundamental del secreto y
magia de un drag, y cualquier ser nocturno que se dedica a las malas artes
noctívagas, es una parte vedada que provoca curiosidad y morbo en todos
aquéllos que solo pueden imaginar lo que sucede en su interior. Lamentablemente
los programas de dragas extranjeros ofrecen una versión del quehacer en los
camerinos muy sensacionalista, amarillista, violenta, producida y poco real que
solo desvirtúa el acontecer del camarín en favor del “rating”. El camerino,
para cualquier artista, es un templo en donde se sucede la transformación,
preparación y las energías contenidas para poder liberarlas en los escenarios,
no es un campo de batalla sin cuartel como otros programas lo presentan. El
camerino es “el escenario fuera del escenario”, un espacio físico destinado a
la introspección y la exposición de las almas, la antesala del artista.
El camerino es “Una habitación
propia” como la novela de Virginia Woolf, un reclamo privado para la intimidad
en donde las ideas convergen y la independencia es fundamental. Aún en los
camerinos comunitarios se encuentra siempre una burbuja de intimidad, una frontera
que se infiere como individual. Los espejos reflejan la construcción del otro
yo expuesto, el “reflejo antagónico” de Borges, la ilusión de que todo hombre
es necesariamente otro hombre. El actor o artista frente a un espejo se
descubre como “otro”, y el personaje cobra vida. Un drag comienza a ser drag
bajo el duro juicio de un espejo y no antes, justo cuando se pone o quita algo
que lo desnuda como el mismo, y deja de ser drag en cuanto algún elemento ya
no lo complementa. Un drag es efímero. El drag no es un estilo de vida, es un
personaje que vive y muere en cada ocasión. Un drag es un fénix.
De tal forma que cuando un drag
se quita la peluca o desnuda en un escenario no existe ninguna justificación
para hacerlo, sería como quitarse un brazo o una pierna, a menos que sea un
acto de performance o cabaret o un montaje en donde el elemento simbólico sea
parte fundamental del acto. Este asunto en el que el artista es desmembrado de
la parafernalia es bastante discutido y requiere de muchos elementos escénicos
y extra-escénicos para que ofrezca el resultado que se desea, si es que la
finalidad esta acompañada del drama o la tragedia y que mal logrado resulta en
comedia (incidental).
Continuando con el programa, la
presentación del jurado es reveladora. Primeramente se menciona a Yari Mejía, después
le sigue Johnny Carmona y le pregunta Lorena Herrera “¿qué se siente ser icono
gay?”, y él inteligentemente evade la pregunta. Anteriormente en un post que hice
en facebook señalé: “dejen de llamarse icónicas entre ustedes porque en dos
años no sabrán qué pasó”, el comentario tiene que ver con una serie de exposiciones entre dragas en las redes sociales en donde el uso de la palabra
“icónica” se ha vuelto tan coloquial que asusta y merece una pequeña reflexión.
El universo drag suele ser
también un conjunto de realidades atemporales y los montajes, en su mayoría,
pertenecen a un presente inmediato cuya alma residual habita en el copretérito,
de tal forma que, cualquier show que haya sido calificado como icónico, inmediatamente
deja de serlo rompiendo con las características de la iconicidad. Creo que
existen palabras en el argot coloquial, sobretodo en el universo drag, que se ocupan
sin saber su significado y por consiguiente su empleo, y entre ésas malévolas
palabrejas, pero que suenan tan rimbombantes, se encuentran “icono”,
“iconicidad”, “icónico” e “iconoclasta”; y todas ellas navegan bajo la tormenta
amenazante de otra palabra que solo de oírla uno prefiere enfrentarse a la
Gorgona que a sus complejidades: la semiótica. Así que si es no usted un hereje
convencido, por el bien de su autoestima, hay que dejar de usarlas.
Después de Johnny como jurado
sigue Susana Zabaleta quien menciona que su primer acercamiento al drag fue
viendo a RuPaul. RuPaul es un referente obligado de la cultura drag pero no el
único, sí el más comercial pero no substancial en los últimos tiempos; en sus
primeras épocas encantaba la propuesta de un personaje que rompía con los
estándares y categorías de la imposición de los cánones de la belleza
occidental al proponer una escisión entre la “negritud” y la “blonditud” confrontando
el estigma del ideal de una súper modelo. Este discurso quedó en el olvido
dando paso a la masificación del drag diluyendo su valor simbólico por la
capitalización del fenómeno.
En las últimas temporadas de
RuPaul´s Drag Race, RuPaul ha manifestado, abiertamente, que el drag debe ser
exclusivamente para hombres (excluyendo a las personas trans, hombres
heterosexuales y mujeres) obligando al drag a una postura binaria, a la
orientación e identidad sexual y no como una expresión artística. Después el
famoso drag tuvo que reconsiderar su postura, aunque muchos señalan que solo lo
hizo en favor del programa y los estipendios onerosos que resultan de la
exposición mediática. Encontramos una máxima de uso coloquial en la población
marica: La discriminación habita al interior de la comunidad.
Hoy me parece pertinente echar
mano al pasado del drag mexicano en las figuras de Las Hermanas Vampiro que ya
en sus inicios (hace 25 años), en La Victoria (bar de la cdmx), entre los
artistas que conformaban la compañía drag se encontraban hombres homosexuales y
heterosexuales, una mujer y transexuales. Lo menciono para sembrar un precedente
de que el drag mexicano se debe más a su quehacer como arte y no como género.
Para nuestra mala fortuna muchas
de las nuevas dragas toman como modelo a seguir el drag gringo, que en su
mayoría es frívolo y genérico, en lugar de otras referencias con mayores
elementos culturales y contenido. Rupoleras se les llama. Muchas de las
rupoleras, incluyendo a las gringas del concurso RuPaul´s Drag Race no son
dragas sino travestis y dragvestis, la mayoría; y en sus presentaciones fuera
de gringolandia, sin todos los recursos que les ofrece un programa muy producido,
resultan poco atractivas, aburridas y parecidas más al “fast food” que al arte.
Me gusta comparar a las dragas gringas con la producción de Jean-Michel
Basquiat, que a pesar de lo “sorpresivo” de sus obras al comprender las
expresiones artísticas de los años 70, carecen de un propósito estético. Las dragas
de cada país son el resultado del crisol de sus culturas. El drag debe tener un
propósito, incluso el más frívolo.
Lorena Herrera menciona cuáles
serán los parámetros a calificar: Ejecución, presentación y creatividad. Todo juicio
es subjetivo y dependerá, en este caso con respecto al concurso, de las
referencias del universo drag y cuir, el contexto, las profesiones de los
jurados, la capacidad para resolver e identificar las diferentes categorías
estéticas y otros menesteres satelitales que podrían inferir en el aspecto
creativo de los personajes. No hay que olvidar que en todos los concursos,
aparte de los elementos técnicos, se trafica con sueños e ilusiones. Y que en
la manera de abordar el drag, al mismo tiempo, se estará educando a una
población sobre las identidades periféricas. Una enorme responsabilidad.
El programa presenta un nuevo
personaje descrito como “la odiosa y mortífera Letal”. Remontando un poco en el
texto y con respecto al logocentrismo y lo icónico, resulta singular que un
personaje que no se sabe quién es, se llame “Letal”, cuando Letal de “Tacones
lejanos”, película de Almodóvar, sí es un personaje icónico y no existe ninguna
justificación para una réplica, por el contrario, resulta absurdo. Es menester
repetir que cualquier señalamiento en esta disertación bajo ninguna
circunstancia es personal (para evitar salseos, peleas de pulseras, bufes
innecesarios, catadoras de precios y demás chuladas boxísticas).
La ejecución del tema “la más
Diva” de la noche comienza con Debra Men en Pedro Infante, Bárbara Durango en
Ninón Sevilla, Deborah La Grande en Tongolele, Margaret y Ya en Ninón Sevilla,
Cordelia Durango en Sara García, Lana en Elsa Aguirre y María Félix y Eva Blunt
en Tongolele. Se infiere que los vestuarios y no “trajes” son una
producción de cada participante (y que
la falta de acentos en las palabras mayúsculas en los cintillos de cada
presentación es un error de parte de la producción que hay que corregir).
También sorprende la duplicidad de los personajes del cine de oro mexicano
elegidos por algunos participantes y solo puedo elucubrar que tal elección se
debe a la falta de referencias, como bien lo habían mencionado algunos de
ellos. Sin las referencias correctas es complejo aterrizar los personajes
teniendo como única solución el cliché.
Ahora más que nunca traigo a
colación los consejos de Artús Chávez cuando señala que un drag debe leer
mucho, consumir una cantidad ingente de cine, documentales y música, y estar
enterado en todo momento del acontecer actual. Estos consejos pueden resultar
un tanto chocantes, pero es necesario puntualizar que el drag trabaja con el
arte y herramientas intelectuales para crear, y mientras las referencias sean
vastas mejor estará nutrido el personaje.
En cuanto a los comentarios de
los jueces Susana Zabaleta es muy coherente al igual que Johnny (en esta
primera presentación), de Yari Mejía no logro entender su postura sobre lo
“bonito” en caso de ser pragmática, y desde la estética de lo bello y la
belleza, el gusto siempre es subjetivo ya que carece de un juicio lógico o de
conocimiento, según Kant respecto al juicio del gusto estético, esta
subjetividad refiere una carga emotiva y sentimental, un valor agregado estimado
o desestimado desde la intencionalidad en la creación del personaje drag, y que
para tener validez, el referente (juez), debe ser reflexivo y no atender solo a
los sentidos, Kant afirma: “sería ridículo que alguien, que preciase un tanto
de gusto, pensara justificarlo con estas palabras: ‘ese objeto [...] es bello
para mí’.
Por último se le concede la
palabra a “Letal” (no dejaré de entrecomillarla), y quien pontifica una frase:
“Una verdadera diva no necesita un escenario para serlo, ella se sube a sus
tacones y ése es su escenario”. No estamos frente a una construcción paremiológica
brillante. Un drag es un ente exhibicionista que necesita obligatoriamente de
un mirón o voyerista para cobrar vida. No hay dragas de clóset. El drag no es
introspectivo como el travesti (que llaman “clínico”), sino extrovertido que
encuentra placer en la mirada del otro, en la contemplación ajena, la lisonja.
Un drag es un nicho que exige reverencia, prontitud y lealtad. Curiosamente en
otras latitudes los drags poseen elementos que sin ellos no tienen razón de
ser, como los tacones o plataformas (en asociación con lo femenino). Para el
drag mexicano, que es un ente diverso, estos elementos pueden no estar
presentes y aún así no dejar de ser una quimera. Un drag es un escenario
itinerante en sí mismo, y los elementos o recursos escénicos también suelen ser
drama; es decir, movimiento.
Para las consideraciones finales
y reflexiones de los jueces en relación con las puntuaciones ¿cómo abordar los
juicios tratando de ser objetivo? Sólo en el contexto del programa y los
especialistas que califican el desempeño del drag. En general atinados todos
dentro de los parámetros singulares que un concurso se merece. Pero en ocasiones
se les olvida que la singularidad es el drag y se mide dentro de otras
estéticas visuales, dramáticas y discursivas. Habría que tomar en cuenta que
los participantes tienen una intencionalidad y sus personajes reinterpretan
otros personajes (del cine de oro mexicano); es decir, obligan a sus dragas a
deconstruir (la mayoría de ellos) un icono en sus partes más vitales y visibles (signo) para referenciarlas en otro personaje con base en el cliché sin
traicionar su esencia (performativa); y éste motivo no es tomado en cuenta como factor
fundamental del discurso contestatario o postura política.
¿Cuál es la postura de los
jueces? Algunos todavía obedecen a las prácticas heteronormadas y asimiladas
cultural y socialmente que manifiestan en sus juicios en relación a ver el drag
como una réplica de dichas prácticas en lo asociación con lo femenino, y no
exigen (dado que no está en su quehacer contestatario), una expresión más “queer”
o que no se ajusta a los parámetros establecidos occidentalmente como belleza, corrección,
norma, etc., dejando de lado el motivo principal del drag: fracturar el sistema
heterosexista. El drag debe verse ahora como un ente emancipador (adaptando las
teorías de Preciado con respecto al feminismo y el movimiento homosexual) pero
ya divorciado del binarismo.
Me sorprenden los montajes de los
participantes al querer romper con las estructuras heteronormadas y lo jueces
en insistir lo contrario. Voy a aventurar una suposición: tal vez tales juicios
son el resultado del precario conocimiento de algunos de ellos sobre el
universo drag, que está en constante transformación y resignificación, y que
aún los estudiosos del tema tampoco vemos con la luminosidad que quisiéramos. En
este asunto, y a pesar de que el drag es un fenómeno ampliamente difundido, también
es poco estudiado. Y muchos de los estudios sobre el drag, que son pocos, son
obsoletos.
Después de los resultados, emitidos
por los jueces, Lana y Eva son salvadas. La opción del jurado es permitir que
los personajes que podrían ser asimilados y asociados con el concepto de la
feminidad deban continuar. Las puntuaciones más altas se las llevan Margaret y
Ya, y Cordelia Durango, permitiendo que la categoría de lo grotesco como
estética ofrezca una visión del drag menos heteronormado. En “La estética del
disloqué” de Juan José Arreola (1952) lo grotesco se manifiesta a través del
movimiento de los cuerpos y “atavíos en situaciones patéticas pero divertidas”
y que es al mismo tiempo, en palabras de Alfonso Reyes, como “la más genuina y
típica manifestación nacional”.
Así encontramos una Sara García
barbuda macha (Cordelia Durango) y epítome de la masculinidad idealizada por
algunos sectores sociales que la asocian con lo lésbico; y por otro lado una
Ninón Sevilla (Margaret y Ya), impoluta e inmaculada vestida enteramente de
blanco, de carnes sobradas, y contraria a la figura estilizada y asociada al
cliché de la rumbera con tintes de mala fama y un tanto disoluta. Ambos
personajes redondos y bien estructurados en cuanto a lo contestatario. Un atino
por parte de los jueces. La ganadora del tema es Cordelia Durango. En palabras
de Susana Zabaleta la decisión se debe al impacto de un personaje tan fuerte.
Si un drag no impacta bien podría dedicarse a otra cosa.
De las tres finalistas es salvada
Bárbara Durango (Ninón Sevilla), quizás la única que optó por una imitación y
no por la construcción de un personaje drag. Los jueces no ofrecieron ninguna
explicación sobre su decisión así que es difícil saber cuáles fueron los
parámetros estéticos o recursos dramáticos en que basaron su juicio. Por último
quedaron para un "mano a mano" Deborah La Grande (Tongolele) y Debra Men (Pedro
Infante). Ambos empataron y se tomó la decisión de que siendo el primer
programa no hay eliminados.
Supongo que debió ser duro para
Deborah La Grande estar dentro de las que, a juicio de los jurados, no tuvo un
buen desempeño, tratándose de alguien que se dedica profesionalmente a las
malas artes de la noche y con una carrera exitosa que ha encandilado el ojo de
propios y extraños con montajes verdaderamente sorprendentes y con muy buena
calidad. Por otro lado Debra men presentó un personaje icónico nacional, completamente
contestatario y discursivo que ofrece la desestructuración del hombre-macho a
su expresión marica; desestabilizando el canon y la norma. Un personaje que no
debió quedar en los últimos lugares.
“La más draga” promete ser un
crisol de identidades periféricas estableciendo el drag mexicano como un ente
creativo y discursivo singular, con una identidad nacional y cultural rica en expresiones
artísticas. También es un parámetro para los que estudiamos el tema en tratar
de profetizar hacia a dónde va el fenómeno y cuáles son las regiones
heteronormadas que desestabiliza. El drag, a mí parecer, tiene todos los
elementos para ser un apéndice del género dramático y divorciarse, con sus cláusulas prudentes, de las
estructuras binarias.
Oswaldo Calderón